martes, 2 de abril de 2013

CANINOTERAPIA PARA NIÑOS AUTISTAS

En el marco del Día Mundial del Autismo les comparto un artículo sobre una investigación realizada por un grupo de egresados de la Universidad Veracruzana que podría representar una mejora en la calidad de vida de los menores con autismo.


Jeanette Aldán Cano/Revista Llave 
Fotos: Jonatan Rosas 

Cuando Jordan y Gorda aparecen en el jardín les cambia el semblante. Su actitud distraída e indiferente al entorno desaparece de inmediato. Sonríen, se abalanzan sobre ellos, los abrazan y acarician.

Ambos perros, de dos y cuatro años respectivamente, son recíprocos a las muestras de afecto. No se alteran, por el contrario, buscan el contacto.

Esa experiencia la viven todos los martes y miércoles poco más de 20 niños con trastorno espectro autista que reciben tratamiento en el Centro Estatal para la Detección y Atención del Autismo, ubicado en la ciudad de Xalapa.

Desde abril de 2012 integrantes del Centro de Investigaciones Cerebrales de la Universidad Veracruzana, encabezados por Pedro Paredes Ramos, iniciaron un proyecto para detectar los beneficios del uso de perros en terapias para niños con autismo.

El estudio se encuentra en su segunda etapa y hasta el momento ha obtenido resultados exitosos en pacientes del CEDAA. La mayoría de los menores mejoran su capacidad de interacción cuando están en contacto con un perro.

“Fue una idea que tuvimos y empezamos a llevar a cabo el año pasado durante la Semana del Cerebro que organiza el Centro de Investigaciones Cerebrales, en la que nos centramos en casos especiales (como el autismo).

“Ya los perros tenían su tiempo de entrenamiento, porque anteriormente habíamos trabajado con el doctor Genaro Coria en conducta de perros, pero fue en ese momento cuando empezamos a usar las dos líneas de investigación: entrenar perros y trabajar con niños con autismo”, explica Paredes Ramos.

La primera etapa del proyecto duró de abril a junio de 2012 y consistió en reuniones periódicas con un grupo de ocho menores, quienes en la sesión inicial conocieron a Jordan y en las siguientes tuvieron la oportunidad de sociabilizar con él a través del juego. Algunos de esos menores forman parte de la nueva terapia.

¿En qué consiste la terapia?

La segunda etapa consiste en una terapia semanal dividida en tres fases. Al inicio los pequeños hacen movimientos de calentamiento guiados por un especialista del CEDAA, después realizan recorridos en circuitos con obstáculos como aros y conos que deben rodear.

Completar estos recorridos puede ser una labor difícil para los niños con autismo, por eso en ocasiones se niegan a realizarlos o tienen crisis nerviosas a mitad del camino. Para motivarlos, los terapeutas recurren a la ayuda de Gorda o Jordan. Su compañía les da mayor seguridad.

Gracias a ellos, el menor siente más confianza de iniciar el recorrido y se frustra menos al toparse con los obstáculos.

Durante la tercera etapa se trabaja solo con Jordan. Él realiza ejercicios como saltar y agacharse, guiado por el doctor Paredes Ramos, que los niños deben imitar. Esta fase es similar al calentamiento, pero el estudio ha probado mayor participación de los niños gracias a la presencia del perro.

Mientras la atención del niño a su terapeuta es del 20 por ciento, cuando están Gorda o Jordan esta aumenta al 80 por ciento.

“El calentamiento es repetir lo que hace el instructor y muy pocos niños lo hacen, algunos lo hacen porque el papá los mueve. Cuando vimos que los niños tenían más interés en Jordan, pensamos que si tal vez lo hacía él, ellos lo imitarían.

“Lo interesante en esto es que los niños con autismo tienen modificadas o alteradas las neuronas que se llaman espejo, las cuales nos permiten aprender durante la imitación, entonces, en teoría no se trata de que no quieran, sino de que no pueden (repetir los ejercicios). Pero estamos viendo que a él le ponen mayor atención”, comenta el investigador.

La participación de los perros durante las terapias hace que estas parezcan menos intimidantes, más atractivas y agradables, sobre todo porque estos animales y los niños con autismo comparten una manera de ver la vida: para ambos lo más importante son los detalles, no las generalizaciones.

Mientras cualquier persona al observar un bosque ve el paisaje en general, alguien con autismo o un perro centran su atención en los árboles o el pasto.


Adaptabilidad variable

Sin embargo, no todos los niños reaccionan de manera positiva ante la presencia de Gorda y Jordan. En algunos casos de autismo existe intolerancia al olor, apariencia, textura o sonido producido por el perro. Aunque en ocasiones ese rechazo es temporal.

“Algo que pareciera una caricia, para un niño autista puede ser demasiado. No todos responden igual. Nosotros lo que hicimos fue traer a Jordan por primera vez, porque ya lo conocían algunos. 

Cuando lo expusimos, hubo niños que se acercaron a él pero también hubo casos bien interesantes, porque a fuera respondían muy bien, pero cuando entrábamos a la terapia ya no lo querían ver”, cuenta Paredes Ramos.

Abril Gutiérrez Delfín, otra de las colaboradoras del proyecto, señala que hay pequeños afines a uno de los perros y al otro no. Esto está relacionado con el temperamento del animal. Jordan es más juguetón e hiperactivo, Gorda es más tranquila y tolerante a las crisis nerviosas típicas del autismo.

Gracias a esas características, Gorda es utilizada en un procedimiento denominado “anclaje”. Este consiste en recorridos que realiza el niño en compañía del perro, bajo la supervisión de un adulto. Al menor se le coloca un cinturón o chaleco atado a una pechera que porta el animal.

El niño puede caminar por la calle con Gorda y en caso de tener una crisis de fuga (usual en personas con autismo) solo basta ordenarle a ella que se eche para que actué como un ancla, impidiéndole avanzar más al menor.

A veces el padre de familia o el instructor pueden intervenir para tranquilizar al menor. En otras no es necesario, pues al frenar su paso la perrita, el niño lo hace por imitación sin mostrar señales de frustración como llanto.

En casi un año de investigación jamás se han registrado incidentes, gracias a la correcta selección de los perros que participan en las terapias. Por el contrario, ante conductas agresivas a veces son ellos quienes logran calmar al menor, cuando se acercan en busca de gestos afectivos.

“Algo que tienen los perros, y que por eso son mejores terapeutas, es que ellos no miden igual los límites, ellos son invasivos. Si yo toco a un niño y veo que le molesta, lo dejo de tocar. El perro es más insistente, en ese sentido viola los espacios del niño y a veces es sano, porque uno empieza a reforzar algo”, explica el investigador.

Selección y entrenamiento canino

Las terapias con perros para niños autistas no son comunes. Éstas, coordinadas por Paredes Ramos y su equipo de trabajo, son las primeras en el país, por lo menos de las que existe registro hasta el momento.

Pero en naciones como Inglaterra, Italia, España, Estados Unidos y Canadá, ya se están aplicando en centros para la atención de este trastorno del desarrollo.

No cualquier perrito puede formar parte de estas terapias. Antes se requiere un cuidadoso proceso de selección y entrenamiento para evitar posibles incidentes, sobre todo considerando que algunas veces este tipo de pacientes pueden tener actitudes agresivas.

En este caso, los perros son seleccionados entre los que habitan en el albergue de la Fundación Amigos de los Animales. Su elegibilidad depende de pasar o no varias pruebas de comportamiento, inteligencia y afinidad hacia los humanos.

“Perrito que no va a buscar instintivamente las manos de alguien para que lo acaricie no nos sirve (para la terapia). El que muestra agresividad ya sea por protección o como timidez o dominancia tampoco nos sirve”, sostiene el investigador.

También se busca que sean fáciles de entrenar, obedientes y no tengan conductas con tendencias agresivas.
Cuando un perro es elegido por el grupo de investigadores, el segundo paso es entrenarlo. Para hacerlo se utiliza el adiestramiento Clicker, un método de aprendizaje que consiste en utilizar un reforzamiento positivo cuando el perro se comporta como el entrenador se lo solicita.

Hasta el momento se han evaluado 200 animales, pero solo seis han sido aprobados y ahora son utilizados en terapias para niños autistas, alguna discapacidad mental o adultos mayores. Jordan fue el primero en recibir entrenamiento.

La selección se complica porque la mayoría de los perros del albergue tienen antecedentes de maltrato o abandono que influyen en su comportamiento. En otros países, los perros son criados desde pequeños para este fin, algo que se podría realizar en Veracruz se contara con un mayor presupuesto para la investigación.

La raza del perro y la edad no influyen en su elegibilidad. Aunque en los primeros meses de vida es cuando se tiene mayor probabilidad de inculcarle el amor y tolerancia a los seres humanos.


Planes a futuro
La tercera etapa de la investigación consistirá en terapias solo para niñas. El autismo es más común en varones que en mujeres, por eso inicialmente los investigadores se centraron solo en casos de niños. El propósito es descubrir si el género influye en la respuesta que tienen al tratamiento.

Paredes Ramos confiesa que uno de los planes a futuro es entrenar perros y entregárselos a las familias con menores autistas, pues se ha demostrado que la convivencia diaria con un animal entrenado mejora su capacidad de comunicarse y sociabilizar.

Además, perritos como Jordan y Gorda son útiles para evitar los intentos de fuga de los niños autistas, ayudar a localizarlos en caso de que se extravíen en casa o lugares públicos que visiten y reduce el estrés diario, lo cual mejora la calidad de su sueño.

El estudio “El uso del perro en el tratamiento del trastorno espectro autista”, publicado en la revista electrónica Neurobiología, reporta casos de familias de otros países que cuentan con perros de servicio, como se le conoce a este tipo de animales entrenados para responder ante las necesidades de la vida diaria, expresan vivir con mayor tranquilidad, pues alguien más apoya en el cuidado del menor.

“Lo que hacen las terapias es que tratan de formar individuos más independientes, que puedan insertarse en la sociedad, que puedan realizar actividades independientes. La terapia con perros es una buena herramienta y queremos también promover que se realicen.

“Estamos sembrando para seguir en esto, no se trata de un estudio que dure unos meses y ya cambiemos de tema, porque la incidencia del autismo va en ascenso”, advierte Paredes Ramos, quien está en busca de mayor apoyo institucional para continuar con este proyecto que puede mejorar la calidad de vida de las personas con autismo. 



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