Jeanette Aldán Cano/Revista Llave
Fotos: Jonatan Rosas
Cuando Jordan y Gorda aparecen en
el jardín les cambia el semblante. Su actitud distraída e indiferente al
entorno desaparece de inmediato. Sonríen, se abalanzan sobre ellos, los abrazan
y acarician.
Ambos perros, de dos y cuatro
años respectivamente, son recíprocos a las muestras de afecto. No se alteran,
por el contrario, buscan el contacto.
Esa experiencia la viven todos
los martes y miércoles poco más de 20 niños con trastorno espectro autista que
reciben tratamiento en el Centro Estatal para la Detección y Atención del
Autismo, ubicado en la ciudad de Xalapa.
Desde abril de 2012 integrantes
del Centro de Investigaciones Cerebrales de la Universidad Veracruzana,
encabezados por Pedro Paredes Ramos, iniciaron un proyecto para detectar los
beneficios del uso de perros en terapias para niños con autismo.
El estudio se encuentra en su
segunda etapa y hasta el momento ha obtenido resultados exitosos en pacientes
del CEDAA. La mayoría de los menores mejoran su capacidad de interacción cuando
están en contacto con un perro.
“Fue una idea que tuvimos y
empezamos a llevar a cabo el año pasado durante la Semana del Cerebro que
organiza el Centro de Investigaciones Cerebrales, en la que nos centramos en
casos especiales (como el autismo).
“Ya los perros tenían su tiempo
de entrenamiento, porque anteriormente habíamos trabajado con el doctor Genaro
Coria en conducta de perros, pero fue en ese momento cuando empezamos a usar
las dos líneas de investigación: entrenar perros y trabajar con niños con
autismo”, explica Paredes Ramos.
La primera etapa del proyecto duró
de abril a junio de 2012 y consistió en reuniones periódicas con un grupo de
ocho menores, quienes en la sesión inicial conocieron a Jordan y en las
siguientes tuvieron la oportunidad de sociabilizar con él a través del juego. Algunos
de esos menores forman parte de la nueva terapia.
¿En qué consiste la terapia?
La segunda etapa consiste en una terapia
semanal dividida en tres fases. Al inicio los pequeños hacen movimientos de
calentamiento guiados por un especialista del CEDAA, después realizan
recorridos en circuitos con obstáculos como aros y conos que deben rodear.
Completar estos recorridos puede
ser una labor difícil para los niños con autismo, por eso en ocasiones se
niegan a realizarlos o tienen crisis nerviosas a mitad del camino. Para
motivarlos, los terapeutas recurren a la ayuda de Gorda o Jordan. Su compañía
les da mayor seguridad.
Gracias a ellos, el menor siente
más confianza de iniciar el recorrido y se frustra menos al toparse con los
obstáculos.
Durante la tercera etapa se
trabaja solo con Jordan. Él realiza ejercicios como saltar y agacharse, guiado
por el doctor Paredes Ramos, que los niños deben imitar. Esta fase es similar
al calentamiento, pero el estudio ha probado mayor participación de los niños
gracias a la presencia del perro.
Mientras la atención del niño a
su terapeuta es del 20 por ciento, cuando están Gorda o Jordan esta aumenta al
80 por ciento.
“El calentamiento es repetir lo
que hace el instructor y muy pocos niños lo hacen, algunos lo hacen porque el
papá los mueve. Cuando vimos que los niños tenían más interés en Jordan,
pensamos que si tal vez lo hacía él, ellos lo imitarían.
“Lo interesante en esto es que
los niños con autismo tienen modificadas o alteradas las neuronas que se llaman
espejo, las cuales nos permiten aprender durante la imitación, entonces, en
teoría no se trata de que no quieran, sino de que no pueden (repetir los
ejercicios). Pero estamos viendo que a él le ponen mayor atención”, comenta el
investigador.
La participación de los perros
durante las terapias hace que estas parezcan menos intimidantes, más atractivas
y agradables, sobre todo porque estos animales y los niños con autismo
comparten una manera de ver la vida: para ambos lo más importante son los
detalles, no las generalizaciones.
Mientras cualquier persona al
observar un bosque ve el paisaje en general, alguien con autismo o un perro
centran su atención en los árboles o el pasto.
Adaptabilidad variable
Sin embargo, no todos los niños
reaccionan de manera positiva ante la presencia de Gorda y Jordan. En algunos
casos de autismo existe intolerancia al olor, apariencia, textura o sonido
producido por el perro. Aunque en ocasiones ese rechazo es temporal.
“Algo que pareciera una caricia,
para un niño autista puede ser demasiado. No todos responden igual. Nosotros lo
que hicimos fue traer a Jordan por primera vez, porque ya lo conocían algunos.
Cuando lo expusimos, hubo niños que se acercaron a él pero también hubo casos
bien interesantes, porque a fuera respondían muy bien, pero cuando entrábamos a
la terapia ya no lo querían ver”, cuenta Paredes Ramos.
Abril Gutiérrez Delfín, otra de
las colaboradoras del proyecto, señala que hay pequeños afines a uno de los
perros y al otro no. Esto está relacionado con el temperamento del animal.
Jordan es más juguetón e hiperactivo, Gorda es más tranquila y tolerante a las
crisis nerviosas típicas del autismo.
Gracias a esas características,
Gorda es utilizada en un procedimiento denominado “anclaje”. Este consiste en
recorridos que realiza el niño en compañía del perro, bajo la supervisión de un
adulto. Al menor se le coloca un cinturón o chaleco atado a una pechera que
porta el animal.
El niño puede caminar por la
calle con Gorda y en caso de tener una crisis de fuga (usual en personas con
autismo) solo basta ordenarle a ella que se eche para que actué como un ancla,
impidiéndole avanzar más al menor.
A veces el padre de familia o el
instructor pueden intervenir para tranquilizar al menor. En otras no es
necesario, pues al frenar su paso la perrita, el niño lo hace por imitación sin
mostrar señales de frustración como llanto.
En casi un año de investigación
jamás se han registrado incidentes, gracias a la correcta selección de los
perros que participan en las terapias. Por el contrario, ante conductas
agresivas a veces son ellos quienes logran calmar al menor, cuando se acercan
en busca de gestos afectivos.
“Algo que tienen los perros, y
que por eso son mejores terapeutas, es que ellos no miden igual los límites,
ellos son invasivos. Si yo toco a un niño y veo que le molesta, lo dejo de
tocar. El perro es más insistente, en ese sentido viola los espacios del niño y
a veces es sano, porque uno empieza a reforzar algo”, explica el investigador.
Selección y
entrenamiento canino
Las terapias con perros para
niños autistas no son comunes. Éstas, coordinadas por Paredes Ramos y su equipo
de trabajo, son las primeras en el país, por lo menos de las que existe
registro hasta el momento.
Pero en naciones como Inglaterra,
Italia, España, Estados Unidos y Canadá, ya se están aplicando en centros para
la atención de este trastorno del desarrollo.
No cualquier perrito puede formar
parte de estas terapias. Antes se requiere un cuidadoso proceso de selección y
entrenamiento para evitar posibles incidentes, sobre todo considerando que
algunas veces este tipo de pacientes pueden tener actitudes agresivas.
En este caso, los perros son
seleccionados entre los que habitan en el albergue de la Fundación Amigos de
los Animales. Su elegibilidad depende de pasar o no varias pruebas de
comportamiento, inteligencia y afinidad hacia los humanos.
“Perrito que no va a buscar
instintivamente las manos de alguien para que lo acaricie no nos sirve (para la
terapia). El que muestra agresividad ya sea por protección o como timidez o
dominancia tampoco nos sirve”, sostiene el investigador.
También se busca que sean fáciles
de entrenar, obedientes y no tengan conductas con tendencias agresivas.
Cuando un perro es elegido por el
grupo de investigadores, el segundo paso es entrenarlo. Para hacerlo se utiliza
el adiestramiento Clicker, un método de aprendizaje que consiste en utilizar un
reforzamiento positivo cuando el perro se comporta como el entrenador se lo
solicita.
Hasta el momento se han evaluado
200 animales, pero solo seis han sido aprobados y ahora son utilizados en
terapias para niños autistas, alguna discapacidad mental o adultos mayores.
Jordan fue el primero en recibir entrenamiento.
La selección se complica porque
la mayoría de los perros del albergue tienen antecedentes de maltrato o
abandono que influyen en su comportamiento. En otros países, los perros son
criados desde pequeños para este fin, algo que se podría realizar en Veracruz
se contara con un mayor presupuesto para la investigación.
La raza del perro y la edad no
influyen en su elegibilidad. Aunque en los primeros meses de vida es cuando se
tiene mayor probabilidad de inculcarle el amor y tolerancia a los seres
humanos.
Planes a futuro
La tercera etapa de la
investigación consistirá en terapias solo para niñas. El autismo es más común
en varones que en mujeres, por eso inicialmente los investigadores se centraron
solo en casos de niños. El propósito es descubrir si el género influye en la
respuesta que tienen al tratamiento.
Paredes Ramos confiesa que uno de
los planes a futuro es entrenar perros y entregárselos a las familias con
menores autistas, pues se ha demostrado que la convivencia diaria con un animal
entrenado mejora su capacidad de comunicarse y sociabilizar.
Además, perritos como Jordan y
Gorda son útiles para evitar los intentos de fuga de los niños autistas, ayudar
a localizarlos en caso de que se extravíen en casa o lugares públicos que
visiten y reduce el estrés diario, lo cual mejora la calidad de su sueño.
El estudio “El uso del perro en el tratamiento del trastorno espectro autista”,
publicado en la revista electrónica Neurobiología, reporta casos de familias de
otros países que cuentan con perros de servicio, como se le conoce a este
tipo de animales entrenados para responder ante las necesidades de la vida
diaria, expresan vivir con mayor tranquilidad, pues alguien más apoya en el
cuidado del menor.
“Lo que hacen las terapias es que
tratan de formar individuos más independientes, que puedan insertarse en la
sociedad, que puedan realizar actividades independientes. La terapia con perros
es una buena herramienta y queremos también promover que se realicen.
“Estamos sembrando para seguir en
esto, no se trata de un estudio que dure unos meses y ya cambiemos de tema,
porque la incidencia del autismo va en ascenso”, advierte Paredes Ramos, quien
está en busca de mayor apoyo institucional para continuar con este proyecto que
puede mejorar la calidad de vida de las personas con autismo.
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